El Círculo de las Cinco Sillas

Capítulo 1 – El consejo del padre

Julien se estaba quejando otra vez aquel domingo.
Se unió a su padre en el jardín, con las manos en los bolsillos, arrastrando sus palabras como un saco demasiado pesado para cargar.

— “Papá, estoy harto… siento que nada va bien. Mi trabajo es horrible, mis amigos no me entienden, y sinceramente… a veces me pregunto para qué sirve todo esto.”

Su padre se detuvo en seco. La pala aún clavada en la tierra, apoyó los guantes en el borde del huerto. Lo miró con suavidad pero con firmeza.

— “Julien, escucha con atención. Somos el promedio de las personas con las que pasamos tiempo. Si te rodeas de personas que te pesan, te volverás pesado. Si eliges personas que te elevan, te elevarás.”

Julien frunció el ceño.
— “¿El promedio de las personas…?”

— “Sí. Imagina cinco sillas a tu alrededor. Coloca en ellas a las cinco personas que más ves. Eres el promedio de esas cinco sillas. Piensa bien en a quién invitas a sentarse cerca de ti.”

Julien permaneció en silencio. Esas palabras, simples pero contundentes, lo atravesaron como una flecha.

Capítulo 2 – Las cinco sillas

Esa noche, volvió a casa, todavía acosado por el consejo de su padre. En su sala, casi instintivamente, dispuso cinco sillas en círculo. Luego se sentó en el medio, cerró los ojos… y las dejó aparecer.

La primera silla – Thomas

Thomas apareció primero, encorvado, con una cerveza en la mano.
— “Honestamente, Julien, la vida apesta. Tu jefe es un estafador, los políticos son todos corruptos.”
Julien suspiró. Cada vez que veía a Thomas, se sentía más pesado que antes.

La segunda silla – Élodie

Élodie surgió, con un perfume fuerte, risa estruendosa, sonrisa irónica.
— “¿Escuchaste? Julie se volvió a ridiculizar frente a todos. La gente es tan patética.”
Julien se sintió incómodo. Con ella, a veces se reía… pero siempre a expensas de los demás.

La tercera silla – Karim

Luego llegó Karim, el viejo amigo. Gorra en la cabeza, le dio una palmada en el hombro a Julien.
— “¿Recuerdas la universidad? Esos eran buenos tiempos… Ahora es solo trabajo-casa-dormir. No esperes demasiado.”
Karim lo quería, sí. Pero Karim ya no tenía sueños.

La cuarta silla – Sophie

De repente, el círculo se iluminó. Sophie entró, manos manchadas de pintura, ojos brillantes.
— “Ayer pintamos un centro para niños. ¡Estaban tan felices! Ven la próxima vez, verás…”
Julien sintió que su corazón se abría. Ella no criticaba, construía.

La quinta silla – Marc

Finalmente, apareció Marc. Traje sencillo, sonrisa honesta.
— “Entonces, Julien, ¿cómo va tu proyecto? Si quieres, puedo conectarte con alguien que te ayude.”
Con él, Julien volvió a creer en sus capacidades. Cada conversación lo hacía crecer.

Julien abrió los ojos. El contraste era brutal. Tres voces lo pesaban. Dos lo levantaban.
Y de repente comprendió: su padre tenía razón. Su vida no era más que el promedio de esas sillas.

Capítulo 3 – Decisiones difíciles

Los días siguientes fueron una prueba.
Thomas llamó:
— “Ven a tomar una cerveza, hablemos de este mundo podrido.”
Julien dudó… luego declinó.

Élodie envió un mensaje burlón, pero no respondió.
En cuanto a Karim, lo vio por última vez. Julien lo escuchó hablar de “los viejos tiempos”, luego le dijo suavemente:
— “Karim, me importas mucho, pero no puedo quedarme atrapado en el pasado. Necesito avanzar.”
Karim se encogió de hombros, un poco ofendido. Pero Julien sabía que debía cortar ese lazo.

Mientras tanto, llamó a Sophie. Se unió a ella en su trabajo voluntario. Cada sonrisa de niño reavivaba una luz que él creía extinguida.
Con Marc, se atrevió a hablar de sus ambiciones. Siguiendo sus consejos, cambió de trabajo. Poco a poco, se rodeó de colegas apasionados, exigentes, pero amables.

Julien descubrió que al cambiar su círculo, estaba cambiando su vida.

Capítulo 4 – Regreso al jardín

Un mes después, volvió a ver a su padre.
Éste lo recibió, secándose las manos llenas de tierra.

— “¿Y bien, hijo mío?”

Julien sonrió. Sus ojos brillaban con una nueva energía.
— “Papá… tenías razón. Hice la selección. Escuché a mis sillas. Y… estoy empezando a sentirme orgulloso de mí mismo otra vez.”

El anciano puso una mano sobre su hombro, sin decir palabra. Luego sugirió:
— “Vamos, demos un pequeño paseo.”

Caminaron por el camino bordeado de árboles. El padre caminaba despacio, el hijo a su lado, con el mismo paso tranquilo.

— “Gracias, papá.”
— “No tienes que darme las gracias. Solo aprendiste a sentarte en el lugar correcto.”

Julien se rió. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió ligero.
Y en lo más profundo, supo que su círculo había cambiado. Y que él también había cambiado.

Moraleja: Somos el promedio de las cinco personas con las que pasamos más tiempo. Para crecer, debemos aprender a elegir nuestras sillas sabiamente.