La hoja arrugada
Capítulo 1 — Palabras que hieren
Marc era un gerente conocido por sus resultados, pero temido por sus críticas duras.
Karim, callado y concienzudo, soportaba a menudo sus comentarios en silencio. Cada palabra dura dejaba su marca como un pliegue invisible.
Capítulo 2 — El peso que se acumula
Con el tiempo, Karim se fue apagando. Trabajaba correctamente, pero sin alegría ni iniciativa.
Una tarde, su hija le preguntó:
— Papá, ¿por qué siempre estás triste cuando vuelves del trabajo?
Esa pregunta lo obligó a enfrentar lo que estaba soportando… y a buscar una forma de expresarlo.
Capítulo 3 — El experimento
Al día siguiente, después de otro comentario seco, Karim respiró hondo:
— Marc, ¿puedes hacerme un pequeño favor?
Le entregó una hoja en blanco.
— Arrúgala.
Sorprendido, Marc obedeció. La apretó en su puño hasta hacer una bola.
— Ahora intenta dejarla como antes.
Marc la extendió, la alisó con sus manos, pero los pliegues permanecieron.
Karim dijo en voz baja:
— Así me siento cuando las palabras hieren. Aunque uno se disculpe, las marcas quedan.
Capítulo 4 — El espejo
Un silencio pesado llenó la sala. Marc entendió. Pero en ese momento, Karim también bajó la mirada:
— Y yo también… A veces he hablado demasiado rápido, quizá he herido sin querer. A veces nos lastimamos sin darnos cuenta.
Hizo una pausa y añadió:
— Avancemos juntos. Aprendamos a elegir mejor nuestras palabras, para construir en lugar de arrugar.
Marc lo miró, conmovido por esa honestidad. Por primera vez no vio solo a un empleado, sino a un hombre digno, que se atrevía a hablar sin acusar.
Capítulo 5 — Avanzar de otra manera
Al día siguiente, Marc reunió al equipo. Su voz sonaba más lenta, casi insegura:
— Quiero disculparme. He olvidado lo que significa realmente el respeto. Karim me ha abierto los ojos, y quiero que avancemos juntos, sin herir innecesariamente.
Poco a poco, las cosas cambiaron. Marc aprendió a escuchar, Karim recuperó la confianza, y el equipo ganó en solidaridad.
En la oficina, la hoja arrugada quedó enmarcada en la pared, no como un reproche, sino como un recordatorio compartido:
Las palabras dejan huellas. Y si prestamos atención, también pueden sanar y construir.
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