🪞 El Espejo del Mañana


Capítulo 1 – El Mercado de Pulgas

El sábado se suponía que sería un día ordinario. Maxime no había hecho planes especiales. Su pequeño apartamento de dos habitaciones, con pintura desgastada y aire sofocante, se sentía demasiado estrecho para contener sus pensamientos. Así que salió a caminar, como solía hacer cuando todo le pesaba demasiado.

En la plaza del barrio, un mercado de pulgas estaba en pleno apogeo. Los puestos estaban llenos de discos de vinilo desgastados y libros con cubiertas deshilachadas. Los gritos de los vendedores se mezclaban con la risa de los niños. Maxime deambulaba sin rumbo entre ellos.

Rara vez compraba algo. Pero ese día, un objeto lo detuvo en seco. Al fondo de un puesto polvoriento, encajado entre un armario tambaleante y una lámpara rota, había un espejo antiguo. Su marco de madera tallada estaba decorado con flores descoloridas y pájaros inmóviles. En una esquina colgaba una pequeña etiqueta escrita a mano:

“Espejo del Mañana. Mira de cerca.”

Maxime soltó una pequeña risa. Otro vendedor intentando dar un aire de misterio a un objeto viejo. Pero algo en la frase lo intrigó.
Se inclinó más cerca.

Su respiración se detuvo.

El reflejo no era del todo el suyo. Por supuesto, era su rostro, pero alterado, marcado por un extraño cansancio. Los rasgos tensos, la piel apagada, círculos profundos bajo los ojos. Y sobre todo, esa mirada vacía y sin vida, como si ya se hubiera rendido.

Maxime dio un paso atrás con brusquedad, con el corazón acelerado. Se frotó los ojos y volvió a acercarse. La misma imagen lo miraba de nuevo.

“¿Está bien, joven?” preguntó el vendedor, un anciano con gorra.
“S-sí… sí, estoy bien,” balbuceó Maxime.

Compró el espejo sin saber realmente por qué y lo llevó a casa.

Capítulo 2 – La Ansiedad

El espejo ahora estaba en su sala, apoyado contra la pared. Maxime no podía apartar la mirada. Lo miraba una y otra vez, esperando que la imagen volviera a la normalidad. Pero no lo hacía. Ese rostro cansado y vacío permanecía.

Cuando cayó la noche, apenas pudo dormir. Sus pensamientos giraban sin cesar. ¿Y si el espejo realmente mostraba el futuro? ¿Y si dentro de un año me convirtiera en esa persona?

Al día siguiente, en un café con un amigo, intentó dejarlo de lado. Pero la conversación volvió a su inquietud.

“Honestamente, Max, tienes que dejar de creer lo que otros dicen sobre ti,” le dijo su amigo Thomas. “No eres perezoso, no estás perdido. Solo estás en medio de elegir quién quieres ser.”

Esas palabras lo golpearon. Se unieron al espejo. No eres la persona de la que hablan los demás. Eres la persona que eliges ser.

Esa noche, llegó a casa, encendió la luz y miró de nuevo en el espejo. El reflejo no cambió. Aún estaba esa versión sin vida de sí mismo.

Capítulo 3 – El Primer Paso

El lunes, en el trabajo, Maxime intentó algo diferente. Usualmente silencioso y retraído, se forzó a sonreírle a un compañero y comenzó una conversación. Nada revolucionario, pero una pequeña victoria.

Esa noche, volvió al espejo. El reflejo había cambiado. Sutilmente, pero de manera innegable. Los ojos ya no estaban completamente vacíos. Una chispa leve había regresado.

Un escalofrío recorrió su espalda. El espejo no mostraba quién era ahora, sino quién estaba convirtiéndose.

Capítulo 4 – La Prueba Diaria

Las semanas siguientes fueron extrañas. Maxime se convirtió en el conejillo de indias de su propio experimento.

Cuando se levantaba temprano, salía a correr bajo la lluvia o escribía unas páginas de la novela que había abandonado, el espejo “recompensaba” sus esfuerzos: su reflejo se veía más brillante, se mantenía erguido, e incluso a veces sonreía.

Pero cuando recaía en viejos hábitos—procrastinación, horas perdidas en redes sociales, criticándose sin cesar—el espejo lo “castigaba”. Su doble se volvía más pesado, más oscuro.

Pronto se dio cuenta de que los pensamientos pesaban tanto como las acciones. Un día, después de rumiar viejos rencores durante horas, vio que el brillo del espejo se había desvanecido de nuevo.

Capítulo 5 – La Resistencia

Una noche, Maxime recibió un correo electrónico. Una asociación cultural buscaba un coordinador voluntario para un proyecto local. Exactamente el tipo de misión con la que había soñado alguna vez. Pero dudó. Miedo al rechazo, la sensación persistente de no ser suficiente y la tentación de quedarse en su zona de confort.

Se paró frente al espejo. El reflejo estaba sombrío, casi triste.

Respiró hondo, abrió su computadora y redactó un correo de solicitud. Su mano temblaba al presionar “Enviar”.

Cuando levantó la vista, el reflejo… sonreía. Una sonrisa verdadera.

Maxime comprendió. El espejo no recompensaba la facilidad, recompensaba el valor.

Capítulo 6 – La Transformación

Pasaron meses. Maxime adoptó nuevos hábitos: correr tres veces por semana, escribir todos los días, decir “sí” a oportunidades que le daban un poco de miedo.

El espejo cambió menos, porque ya lo necesitaba menos. Sentía la diferencia dentro de sí mismo.
Los compañeros notaron su renovada confianza. Su madre notó que hablaba con entusiasmo otra vez, como antes.

Una noche, colocó la mano sobre el espejo. El vidrio vibró suavemente bajo su palma. Su reflejo ahora era idéntico a él. No cansado, no vacío. Simplemente él, en el presente.

El espejo brilló suavemente por última vez y luego se convirtió en un objeto ordinario.

Capítulo 7 – El Hombre del Mañana

Un año después, Maxime estaba en el baño, frente a un espejo común en la pared.

Se miró. Reconoció al hombre que había construido día tras día. Más seguro, más alineado consigo mismo, más vivo.

Y en su mente, volvió a aparecer la frase que lo había perseguido desde aquel día en el mercado de pulgas:

“Sé la persona que quieres ser dentro de un año, y actúa como esa persona hoy. El yo que ya eres te agradecerá mañana.”

Maxime sonrió. Su futuro ya no era algo que temer. Era una elección.